viernes, 20 de julio de 2012

Hallazgo en la zona arqueológica de Atzompa



HALLAN TUMBAS DE MÁS DE MIL AÑOS EN ATZOMPA

*** Expertos del INAH descubrieron tres cámaras funerarias dentro de un templo de ese sitio prehispánico de Oaxaca, cuyas características no se habían registrado en la región

*** Atzompa fue una ciudad satélite de Monte Albán, pero “este hallazgo cambia la percepción que se tenía, en el sentido de que no fue tan similar a ésta, como se había pensado”

Un complejo funerario de más de 1,100 años de antigüedad, compuesto por tres cámaras mortuorias, fue descubierto en el sitio prehispánico de Atzompa, en Oaxaca. El hallazgo es de suma importancia, porque se registró dentro de un edificio que fue diseñado exclusivamente para albergar una serie de tumbas, que están colocadas de forma vertical, una sobre otra, y a diferencia de las que hasta ahora se habían encontrado, éstas no son subterráneas.

Dicho modelo constructivo no se había identificado en la región, destacaron especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), quienes registraron el descubrimiento, el cual también cobra relevancia porque una de las cámaras funerarias está decorada con pintura mural, que alude al ritual del juego de pelota, tema que no se había visto en un contexto funerario zapoteco.

De acuerdo con los arqueólogos, Atzompa fue una pequeña ciudad satélite de Monte Albán, fundada durante el periodo Clásico Tardío (650-900 d.C.), como consecuencia de la expansión de esa urbe.

Sin embargo, “este descubrimiento cambia la percepción que se tenía, en el sentido de que no fue tan similar a Monte Albán, como se había pensado, sino que desarrolló sus propias expresiones constructivas, como el caso de las tumbas y palacios”, destacó Nelly Robles García, coordinadora nacional de Arqueología del INAH, al tiempo de anunciar que Atzompa será abierta al público próximamente.

A decir de la especialista estos sepulcros pudieron pertenecer a  personajes importantes, ya que se trata de un edificio adyacente a la Casa de los Altares, que debió haber sido una casa de la élite.

Fue a finales de abril pasado, durante la quinta temporada de trabajo del Proyecto Arqueológico Conjunto Monumental de Atzompa, cuando los arqueólogos Eduardo García y Jaime Vera detectaron las tres tumbas en el interior del Edificio 6 de ese sitio arqueológico oaxaqueño, cuya investigación —desarrollada desde 2007— se enfoca en profundizar en el conocimiento del desarrollo cultural y urbano de Monte Albán y Atzompa.

La doctora Nelly Robles, directora del proyecto, destacó que se trata de “un hallazgo de suma importancia, porque en todo lo que conocemos de Monte Albán y Oaxaca no se había documentado un caso similar; se trata de un edificio creado para contener cámaras funerarias, debido a las características de muros y aspectos estructurales que permiten el soporte de las mismas.

Tanto el edificio como las tumbas alojadas en su interior pertenecen a las épocas IIIB-IV de Monte Albán (650 al 850 d.C.), lo cual se infiere por el análisis de fragmentos de cerámica ahí localizados, indicó la arqueóloga.

Desde su planeación, dijo, el edificio fue diseñado para servir como recinto funerario, porque todo se deriva de un cubo central de mampostería (de 9 m de profundidad) y escalinatas, estructura a partir de la cual se le dio acceso a las tres cámaras dispuestas de forma vertical. Dicha modalidad arquitectónica no se había documentado antes en la región, toda vez que generalmente las tumbas se han encontrado debajo de los pisos de las casas y los palacios.

El montículo funerario o Edificio 6 —de 18.6 por 24.5 m y 6.6 m de altura— se ubica en la parte norte de la Plaza B, adosado a la Casa de los Altares, y debido a estas características “nos pareció muy importante explorarlo, pensábamos que era una especie de templo y no nos equivocamos, ya que en la parte alta tuvo una sencilla construcción de orden religioso, sin embargo, no esperábamos que en el interior se encontrara todo un complejo de cámaras funerarias”, expresó la arqueóloga del INAH.

La primera tumba se ubica en el centro de la edificación, mientras que la dos y la tres están casi al nivel donde se desplanta el edificio, a un metro y medio de profundidad. La arquitectura de las sepulturas está dispuesta una sobre otra, de modo continuo y con una separación mínima.

La cámara uno, cuya dimensión es de 2.5 m de ancho, 1.80 de altura en su parte más alta y 4.5 de fondo, es de techo abovedado, que fue creado con grandes lajas que descansan sobre los muros de piedra careada, mismos que presentan restos de estuco; además tiene un nicho en cada lado de la bóveda. Este sepulcro fue cancelado intencionalmente en la época prehispánica, como lo indican los rellenos de tierra y piedra que se encontraron en su interior.

La cámara dos —de 4.5 m de fondo y acceso de un metro cuadrado— es de techo plano, realizado con grandes losas, sus muros están decorados con delicada pintura mural, la cual fue plasmada sobre una delgada capa de estuco, cuyos diseños están relacionados con el juego de pelota. Este sepulcro se halló rellenado con piedras y tierra, y presenta alteración en sus pisos, comentó la especialista.

Robles García abundó que la obra mural consta de una cenefa enmarcada por dos líneas en color azul, entre las que hay representaciones de la cancha del juego de pelota, es decir, trazos en forma de i mayúscula (I), que a su vez enmarcan pequeños círculos blancos con puntos y líneas curvas; también hay otros círculos blancos y grandes que podrían representar la pelota. Al fondo se aprecian glifos, sin embargo, el área central está parcialmente destruida, quizá ahí estaba escrito el nombre del personaje al que perteneció el sepulcro.

El estilo de la pintura de esta cámara, dijo, no se había visto en Oaxaca, porque los motivos pictóricos asociados a contextos funerarios generalmente aluden a sacerdotes y sacerdotisas, personajes que acompañaban a los difuntos en su viaje al inframundo, y en este caso es un tema más alegórico, vinculado al rito del juego de pelota.

La tercera cámara mortuoria, cuyo acceso está al frente de la anterior, se ubica en un nivel ligeramente más bajo; apenas ha sido observada por un pequeño orificio, por el que se aprecia un techo parcial de bóveda y restos de pintura mural. La exploración formal de esta tercera tumba está por comenzar.

La coordinadora nacional de Arqueología del INAH destacó el estado de conservación de los tres espacios funerarios, toda vez que “pocas veces había visto tumbas tan bien conservadas, desde el punto de vista arqueológico, es decir, que están tal cual las dejaron los zapotecos prehispánicos hace más de 1,100 años.

“Sería demasiado especulativo decir a quiénes pertenecieron estos sepulcros, sin embargo, se puede considerar que a personajes importantes, ya que se trata de un edificio adyacente a la Casa de los Altares, que debió haber sido una casa de la élite, probablemente de un linaje que pertenecía a Monte Albán; hasta el momento no se han encontraron restos óseos, pero falta una cámara funeraria por abrir”, manifestó Nelly Robles.

Cabe señalar que en la segunda cámara se halló una pequeña ofrenda, compuesta por unos vasos y un metate miniatura, un hueso de tortuga y un fragmento de concha trabajada, que al parecer es la incrustación del ojo de una escultura o una máscara funeraria, además de una cuenta de jade y un caparazón de tortuga trabajado.

La arqueóloga comentó que el edificio que alberga las tumbas registra huellas de una destrucción intencional, es decir, que se hizo con fines rituales, posiblemente realizado al momento del abandono de la ciudad, y que corresponde con el fin de la ocupación de Monte Albán, entre los años 850 y 900 d.C. Este proceso se hacía porque terminaba un ciclo, y en las creencias prehispánicas se asumía que los edificios —sobre todos los importantes— tenían vida propia, por ello se les ofrendaba y vaciaba para cancelarlos.

Nelly Robles comentó que al realizar el pozo de sondeo del edificio que contiene las tumbas, se hallaron pequeños fragmentos urnas y vasos de cerámica; además de los restos óseos de un individuo joven y de un cánido, los cuales se extrajeron para ser analizados; “elementos que quizá fueron depositados por antiguos habitantes con fines rituales”, concluyó.

Por el momento, en la exploración del complejo funerario, que se ubica en un área reservada para la investigación, sólo participan especialistas del INAH, y se preparan convenios para trabajar con los laboratorios de la Universidad de Harvard, para el análisis de los restos, cuyos resultados contribuirán a determinar cuestiones precisas del hallazgo, como el fechamiento por el método de carbono 14, y la identificación de los componentes de las pinturas.

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